La historia de Emilio de Justo es un relato de superación, de constancia, de fe en sí mismo, y sobre todo de fidelidad a unas formas y a un concepto, que ha ido puliendo y ahondando con el tiempo. De novillero ya apuntó esas condiciones, incluso hasta cortar una oreja a un novillo de Fidel San Román en Madrid o apuntar alto en una Feria de Julio en Valencia. Incluso, tras su alternativa en Cáceres -fue el primer matador que recibió la borla de doctor de manos de Talavante- cortó una oreja en Las Ventas en el San Isidro de 2009, pero tras dejarse un toro vivo en el ciclo del año siguiente, quedó postergado y olvidado.